Por. Mtra. Nury M. Suemy Moguel Núñez
Como profesional debo confesar que mi área de trabajo probablemente sea una de las áreas de la psicología más difíciles de afrontar debido a las particularidades que se presentan como resultado de la propia naturaleza de la intervención, es decir, el hecho de que nuestro trabajo se realice en el mismo campo de la ejecución deportiva.
En otras especialidades de la psicología la distancia profesional queda claramente marcada por el entorno de un consultorio, un horario fijo de consulta y el marco de separación evidente señalado por un escritorio. Por el contrario, en el caso de la psicología deportiva, la mayoría de las intervenciones importantes se realizan en el mismo campo de entrenamiento al cual el psicólogo se presenta generalmente vistiendo ropa deportiva, con un horario amplio de trabajo (lo que dura el entrenamiento y a veces más) y con una regularidad que hace que su contacto se vuelva familiar. A menudo ésta misma falta de marcos específicos produce que los entrenadores y deportistas se sientan fácilmente en confianza, lo cual facilita el rapport, pero al mismo tiempo puede llegar a desarrollar un sentimiento engañoso de familiaridad y amistad. Al decir que se trata de un sentimiento engañoso me refiero al hecho de que, por muy triste que me resulte decirlo, el psicólogo no debe establecer un lazo sentimental con aquellas personas con quienes trabaja pues, al hacerlo, pierde un recurso importante y necesario para su trabajo que es el lente de la objetividad.
Entender este proceso resulta a veces incómodo para mis pacientes, especialmente para los niños y adolescentes quienes fácilmente se encariñan con la figura de su psicólogo pero como dije previamente, establecer esta diferencia es importante para poder proporcionar la misma cantidad y calidad de atención a cada uno de mis pacientes, sin importar cuál sea el trato o atenciones que reciba de cada uno de ellos.
Muchas veces entender esta diferencia puede ser realmente difícil para aquel equipo técnico con el cual se ha trabajado por algunos años de manera continuada, pues a menudo se llega a pensar que el psicólogo es “parte del equipo”, por lo tanto un amigo que debe apoyar incondicionalmente al mismo y estar de acuerdo con las opiniones o decisiones internas. A menudo he observado a compañeros enfrentar dificultades con su cuerpo técnico al expresar desacuerdo o proporcionar alguna retroalimentación con respecto a algún tema. Para que el psicólogo deportivo pueda ejercer eficientemente su labor es importante que los entrenadores tengan claro que su función es complementaria y enfocada al desarrollo de los deportistas, por lo tanto, es necesario que exponga sus opiniones profesionales con la certeza de que, cualquier retroalimentación que provea se enfocará a lo laboral y no a lo personal.
El hecho de que los deportistas, padres de familia y cuerpo técnico lleguen a sentir afecto por el psicólogo deportivo constituye un proceso terapéutico natural llamado “transferencia”. ¿Cómo no sentir afecto hacia alguien que te acepta tal como eres, te apoya y te escucha sin juzgarte… por tan solo $500 la hora? Aunque puede sonar irónico este último comentario es un hecho innegable: el psicólogo recibe un pago por proporcionar el servicio, por lo tanto no es un verdaderamente un amigo si no un profesional. No hay que perder eso de la mente.
Igualmente importante para quienes inician en esta área es el no perder nunca los pies del suelo y comprender que este afecto y atención especial que se recibe de los pacientes NO es un afecto natural sino un proceso de transferencia y nada más. Para evitar perder la objetividad y mantener adecuadamente la distancia profesional recomiendo tomar las siguientes precauciones:
1. Establecer de antemano un documento de consentimiento informado.
El consentimiento informado es un documento donde tanto el psicólogo como el paciente (en este caso el deportista o el equipo) especifican los términos de su relación laboral tanto en términos de conducta, obligaciones y limitaciones. Este debe ser leído por ambas partes y firmado antes de dar inicio el ciclo de entrenamiento. Aunque en sí mismo no constituye de ninguna manera un contrato laboral, al elaborarse de forma escrita ayuda a delimitar el rol de ambas partes.
2. Limitar los contactos personales dentro de los horarios y sedes de trabajo.
Aunque es común que alguna madre de familia o entrenador me contacte vía telefónica por motivo de alguna consulta, procuro que este trato sea la excepción, a manera de delimitar las formas y medios apropiados para interacción. Asimismo, establezco de antemano a mis deportistas (especialmente los más jóvenes) que los contactos se limitarán a lo laboral, quedando de fuera la posibilidad de incluirlos en mis redes sociales personales o de participar en festividades familiares de los mismos.
3. Establezca un sistema para garantizar que se proporciona la misma cantidad y calidad de atención a todos los deportistas.
Cuando se trabaja con un equipo deportivo resulta vital dejar claro que no existen preferencias de ningún tipo hacia determinados deportistas. Para ello recomiendo utilizar un sistema que permita dejar constancia de ello. Por ejemplo: yo asigno los días y horarios de sesión individual en orden alfabético, de manera que no exista preferencia por quien recibe primero su consulta. Asimismo, si por motivo de algún factor externo (días inhábiles o feriados) algún muchacho no recibe la consulta, se repone en otro momento de la misma semana. Igualmente, establezco planes de sesión individuales de antemano de modo que las intervenciones quedan marcadas por los objetivos de la preparación.
4. Establezca de antemano los límites de su participación.
Aunque como persona usted podría sentirse tentado en ayudar en algunas otras tareas (como vigilar a los deportistas pequeños o ayudar llevando la hidratación) procure dejar claro los limites de su actuación y apegarse a ello para no confundir los roles. Esto es vital en lo relativo a la impartición de sanciones, pues el psicólogo vería dañado su rol con los deportistas si ejecutara esta tarea, la cual corresponde al cuerpo técnico. Igualmente recomiendo abstenerse de brindar opiniones o recomendaciones en lo relativo a la toma de decisiones de las Asociaciones o Federaciones, pues el rol del psicólogo ha de permanecer neutral y libre de contaminaciones políticas.
5. Cuide en la medida de lo posible el contacto físico y su lenguaje corporal.
Esto resulta particularmente difícil cuando se trabaja con niños pequeños, pues son ellos quienes saltan de improviso para abrazara su psicólogo, pero es importante no reforzar este tipo de conductas. En cuanto al lenguaje corporal tal vez el aspecto más importante sea el contacto visual y los mensajes equivocados que se pueden transmitir si se mira de más. Tome en cuenta que al trabajar en el área deportiva el psicólogo constantemente tratará con deportistas vistiendo ropas ajustadas o muy poca (según sea la disciplina deportiva) por lo tanto, el elemento de respeto debe ser característico de la figura de un psicólogo deportivo profesional. Al respecto es importante señalar el tema también de las fotografías las cuáles yo recomiendo limitar o evitar.
Estos son solo algunos consejos que podrán evitar muchos malos entendidos en el camino del trabajo de campo. Pero el mejor consejo que puedo dar el respecto tal es el siguiente: “Sea prudente”, sin importar que tan buenas intenciones tenga durante su actuar en el campo de la psicología deportiva, tome un tiempo para analizar los pros y contras de toda acción y procure que sea la mejor para los objetivos de su trabajo.
Si desea recibir mayor información puede compartirnos su comentario o llenar el formulario de contacto.