Deporte infantil y juvenil

Miedos en el Deporte. ¿Cómo Prevenir Oportunamente Su Aparición?

Por: Mtra. Nury M. Suemy Moguel Núñez.

Cada vez es más temprana la edad en que se incorporan en la que se incorporan los niños en el deporte organizado y coordinado por adultos. Pero más preocupante es el hecho de que se pretenda orientarlos a competir (así sea a pequeña escala) desde edades tan pequeñas como los cuatro o seis años. La búsqueda de resultados deportivos, la exposición a la rivalidad y las exigencias de cargas de trabajo físico o mental (emocional también) trae consigo la presencia inevitable de fuertes cargas de estrés y con ello de la liberación de cortisol, una hormona de estrés altamente perjudicial para el desarrollo del cerebro y el crecimiento saludable del niño.

Además de las respuestas de estrés, las exigencias tempranamente pueden favorecer la aparición de temores y fobias (miedos irracionales e intensos a objetos y circunstancias determinados) que pueden llevar a los niños a querer alejarse de la actividad deportiva que antes disfrutaban. La presencia de una fobia o temor no siempre logra ser clara, ya que puede ser que el niño no sea completamente consciente de la misma o no pueda expresarlo como tal y se observe únicamente la presencia de indicadores como pueden ser: sobresaltos, sudoración excesiva, dolor de estómago, ganas de orinar frecuentes cuando se practica la actividad, aparición de tics, e igualmente pueden comenzar a experimentar pesadillas o sueños asociados con su deporte o de pronto simplemente se resisten para ir a entrenar (lo cual puede hacernos pensar que se trate de pereza). En algunos casos extremos el niño puede llegar a paralizarse, no siendo capaz de ejecutar el ejercicio que le marque el entrenador o profesor, puede llegar a orinarse en el entrenamiento o llorar sin razón aparente.

La mayor parte de las veces son los mismos entrenadores quienes detectan estos temores debido a que el niño se niega a ejecutar determinado ejercicio que ya realizaba anteriormente con facilidad o debido a que el ausentismo o reacciones son tan intensas que se vuelven evidentes. La intervención oportuna ayudará tanto a favorecer su desenvolvimiento natural en el deporte como a desarrollar patrones de conducta adaptativa.

Aunque casi cualquier experiencia negativa asociada al entrenamiento o deporte puede desembocar en un nuevo temor, conviene estar pendiente de algunos factores que comúnmente se asocian de manera negativa:

a) Lesiones.

Sin importar los muchos cuidados que se tengan en el área de entrenamiento, las lesiones son siempre una posibilidad. El dolor que se experimenta así como la posibilidad de que ésta afecte su motricidad a largo plazo o su participación en el equipo pueden resultar altamente impactante para el niño o joven de manera que, en una siguiente ocasión, muestre evidentes muestras de temor a menudo mal interpretadas como inseguridad.

b) Exposición pública.

Estilos de disciplina predominantemente autoritarios, especialmente si van acompañados de gritos o centran la retroalimentación en los errores exclusivamente pueden golpear duramente la estabilidad emocional de un niño afectando diversas áreas (como la autoestima y autoconfianza) pero también generando temores asociados con la figura del entrenador. Con el tiempo, la sola presencia del entrenador puede generar las respuestas del temor.

c) La sobre estimulación.

En un día cotidiano de entrenamiento, los niños y jóvenes practican su actividad en un ambiente predecible y tranquilo pero al enfrentar por primera vez la competencia las condiciones cambian radicalmente: el ruido de los altavoces, la presencia de una multitud y público, el juicio de los árbitros y jueces, entre otros elementos pueden saturar y sobrecargar la psique de un niño. Si éste no es preparado con anticipación el evento puede llegar a paralizarlo y desencadenar temores asociados con la experiencia competitiva.

d) Exceso de carga psíquica.

En algunas ocasiones los niños muestran su talento rápidamente. Esto sin duda llama la atención de padres, entrenadores y directivos de las instituciones deportivas quienes se pueden sentir con la responsabilidad de hacer brillar ese talento. Inherentemente eso implicará que el niño cambie las clases de deportes por sesiones de entrenamiento de mayor intensidad y duración, además de llevarlo a renunciar a actividades propias de la edad que usualmente ocupan el tiempo de ocio, descanso y relajación. Las presiones por hacer coordinar la escuela con el deporte pueden sobrecargar a los niños con menores habilidades de afrontamiento así como a los más pequeños llevándolos a volverse sensibles a desarrollar temores.

¿Qué podemos hacer para prevenir la aparición de temores?

Lo ideal es favorecer la experiencia positiva para que éstas se asocien con el deporte y así favorecer la motivación intrínseca en lugar de la aparición de temores. A continuación se presentan cuatro propuestas sencillas a tomar en cuenta:

  1. Considerar el nivel de maduración tanto física como psicológica. Antes de insertar al niño en un deporte organizado recomiendo realizar una valoración médica de la mano de un médico especializado en el deporte quien podrá determinar el estado de salud del menor pero también si su cuerpo se encuentra en las mejores condiciones para practicar el deporte que desea. En el plano psicológico recomiendo no exigir ni centrarse en los resultados deportivos demasiado pronto ni cuando el niño es muy pequeño ya que, a pesar de presentar un ritmo de aprendizaje rápido en lo técnico o motriz, no necesariamente significa que a nivel emocional o psicológico se encuentre listo para enfrentar las tensiones que vendrán con el entrenamiento.
  2. Atender oportuna y adecuadamente las lesiones. Cuando se presenta una lesión es igualmente importante responder en lo físico como en lo emocional. Para acelerar el proceso de recuperación es importante seguir al pie de la letra las indicaciones del médico o fisioterapeuta y estar al tanto de molestias que pueda experimentarse posteriormente. Una recuperación rápida facilitará el proceso. En cuanto a los adultos, es importante que sean cuidados con las respuestas emocionales que proyectan ante la lesión ya que los niños y jóvenes interiorizan las respuestas que nosotros mostramos. La respuesta oportuna y tranquila de los padres y entrenadores, si minimizar la importancia de la rehabilitación, ayudará a asimilar la calma como una forma apropiada de responder ante una lesión.
  3. Mantener un clima de disfrute y orientado al aprendizaje antes que al rendimiento. Utilizar el juego y la retroalimentación positiva, rechazar el bullyng entre compañeros, vigilar la conducta ética de los padres, entre otros, aporta significativamente en la creación de un clima que permita la formación de imágenes positivas asociadas con el deporte.
  4. Preparar al niño para la experiencia competitiva. Una de las técnicas más efectivas es la incorporación de competencias modeladas, es decir, simular eventos competitivos como parte de la preparación (véase artículo en la sección de psicología deportiva). Estos eventos pueden servir de control pedagógico a los entrenadores y de preparación mental en el plano psicológico.

Si, a pesar de todos los eventos considerados para la prevención, ocurriese que el niño desarrollara algún temor asociado a su deporte, se recomienda acudir a un psicólogo deportivo para su pronto intervención.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s