Por: Nury M. Suemy Moguel Núñez.
La baja de motivación suele ser un problema común en el deporte de alto rendimiento. El polo opuesto (un exceso de motivación) es menos frecuente pero igualmente puede afectar el desempeño si no se maneja adecuadamente. En este artículo analizaremos cómo se presenta y qué consecuencias puede traer para el deportista.
Metas demasiado altas.
Puede suceder a cualquier edad, desde un deportista infantil hasta un profesional. Una vez que la persona descubre que tiene talento para ese deporte es natural que tienda a buscar sobresalir en él, ya que el sentimiento de autoeficacia (la percepción de cuán bueno se es en algo) refuerza la autoestima (el amor propio, lo que la persona siente que vale). Sin embargo se puede observar algunas veces que el deportista se impone a sí mismo metas que son elevadas o por lo menos lo son para el momento de desarrollo en el cual se encuentra.
Quiero destacar que el hecho de que un niño o un joven se establezca la meta de ser campeón del mundo o ser campeón olímpico no significa que sea malo, cada persona tiene derecho a formarse los objetivos y tener los sueños que satisfaga sus necesidades personales. El problema se presenta cuando estas metas elevadas se conjuntan con otros factores como son un elevado nivel de ansiedad y una baja autoestima.
En estos casos el resultado es que el deportista se muestra demasiado exigente consigo mismo, sus entrenadores y sus compañeros de equipo (si éste es un deporte de conjunto).
Efectos:
- Frustración innecesaria. El proceso de desarrollo deportivo es gradual y toma progresivo, y es normal que a lo largo de ese tiempo se presenta errores a nivel técnico, táctico o psicológico. Los fracasos parciales (fallas temporales como parte del proceso de desarrollo) no significan que la persona no pueda destacar en ese deporte, éso solamente el tiempo podrá determinarlo. Sin embargo para el deportista autoexigente estos fracasos son vividos con gran intensidad provocando frustración, malestar y puede experimentarlos de una forma tan intensa que lleguen a provocar llanto, ataques de ira o explosiones en los cuales incluso dude de querer continuar en el deporte. Aprender a manejar estos fracasos y estás frustraciones es parte esencial para que un deportista con talento pueda seguir adelante en su proceso de crecimiento.
- Afectación a la autoestima. Una meta muy alta requiere mucho más tiempo y esfuerzo para poder alcanzarse. Este vacío entre lo que se quiere o se desea y lo que realmente se ha alcanzado puede significar un duro golpe a la autoestima del deportista, quien constantemente siente que aún le falta por llegar a esa meta y puede llegar a pensar que realmente nunca la conseguirá. Los fracasos parciales pueden ir golpeando su sentido de autoeficacia y con ello la autoestima.
- Incapacidad para disfrutar el presente y sus logros. Al estar demasiado centrado en el futuro el deportista comienza a sentir como poco importantes los logros presentes. Puede llegar a sentir que es “falso”, o que no es suficiente, mientras todo el mundo a su alrededor lo celebran y felicitan él se siente aún insatisfecho. Si no se tiene cuidado, la motivación puede presentar un descenso.
¿Cómo ayudar a estos deportistas?
- Una meta para cada día. Es esencial mantener un balance saludable entre motivación y disfrute ayudando al deportista a establecerse metas adecuadas a su edad y su momento, sin demeritar el sueño que tiene. Lo importante es ayudarlo a centrarse “un paso a la vez”.
- Registro de logros personales. Dado que estos deportistas se fijan más en sus errores que en su aciertos, es importante ayudarles a medir los pequeños logros que van mostrando semana a semana o mes con mes.
- Vigilar siempre el descanso. Un deportista autoexigente fácilmente puede “quemarse” es decir, llegar a sufrir el síndrome de burnout, como resultado de falta de descanso. Las lesiones son igualmente frecuentes. El descanso y la recreación son importantes en su planificación de cargas.
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